por Belén Arteaga Islas
“If one were to write the history of economic imperialism, the American film production would be one of the most interesting chapters.”
Rudolf Oertel
Mank, película estadounidense estrenada a finales de 2020 en Netflix, nos muestra las tribulaciones personales del guionista Herman J. Mankiewicz Mank, al momento de escribir el primer borrador de lo que sería Citizen Kane (1941), el icónico largometraje de Orson Welles. La película es dirigida por David Fincher, quien se basó en un guion de su padre. El actor Gary Oldman fue el elegido para interpretar a Mank.
En primera instancia, parece que el tema principal de la película será dar una respuesta final a la larga discusión acerca de la autoría del guion original de Citizen Kane. A los espectadores se nos anuncia las condiciones inusuales que el estudio brindó a Orson Welles: libertad creativa, mucho dinero y poder trabajar con quien quisiera. Los principales estudios tenían a miles de personas en nómina: actores, productores, directores, escritores, especialistas, mecánicos y técnicos. Para el guion, Welles eligió a Herman Mank Mankiewicz, un veterano contribuidor de guiones en Hollywood. Es entonces cuando Mank aparece ante nosotros: tiene una pierna rota y problemas con la bebida.
A lo largo de 2 horas y 15 minutos de trama en blanco y negro, la película busca retratar a ese Viejo Hollywood de oro. En diferentes momentos uno se pregunta si vemos la génesis de un sistema putrefacto o la receta exacta de corrupción y glamour de la Edad de Oro de Hollywood. Está cargada de intrigas políticos, conflictos ideológicos, saltos en el tiempo, notas aclaratorias y diálogos largos. La misión de Mank desde una remota casa de huéspedes en el desierto es escribir un guion para Welles y contrario a lo que esperaríamos Orson Welles es un personaje secundario y casi irrelevante.
En realidad es una película sobre el sistema de estudios: el método de producción y distribución de películas de los major studios en Hollywood desde los años 1920 hasta los 60s. El sistema de estudios concebía al cine como un negocio y un espectáculo (show business) en perjuicio de la creatividad artística. Este sistema consolidó las técnicas, sistematizó el modo de representación institucional y profesionalizó el cine.
La discontinuidad temporal de la película ilustra las condiciones materiales que permitieron establecer el control del sistema de estudio del negocio cinematográfico estadounidense. Los años 1927 y 1928 son vistos generalmente como el comienzo de la Edad de Oro de Hollywood pero el verdadero éxito de Hollywood vino durante la Gran Depresión (1929-1939). El presidente Roosevelt alguna vez dijo: “cuando el espíritu de la gente es más bajo que en cualquier otro momento durante esta Depresión, es espléndido que por solo quince centavos de dólar, un estadounidense pueda ir al cine y mirar la cara sonriente de un bebé y olvidar sus problemas”.
Mank es un personaje interesante en diferentes niveles, simboliza la indiferencia de un observador participante del sistema. También ejemplifica a aquella sociedad desencantada, que aceptaba sin miramientos escapar de sus dificultades personales en el cine. En esa época, la presencia estatal acordaba sobre los contenidos en la prensa y en Hollywood, se buscaba manifestar un discurso político que impactara al espectador a través de los distintos lenguajes, que el espectador se adheriera a tal visión del mundo, la reclamara y la presumiera como suya. Con cada película, cada noticia serviría así para reforzar permanentemente dicha cosmovisión. En ese sentido, Mank es una fábula doble sobre el cinismo de quienes influencian la opinión pública y sobre el impacto político del cine.
Por si no las has visto te dejamos aquí el tráiler de la película:
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